Pensé que Luigi y yo nos
entendíamos. Que las tardes y los muchos ratos fluían y hasta nos divertían.
Pero, Diego me dijo lo contrario. Apenas volvimos a vernos me preguntó por
Luigi, le dije que ya no estábamos juntos. Se rió cuando le expliqué el por
qué, él me lo preguntó, y fui sincera: Luigi me cambió por unas ollas. Me dijo: Quiero cocinar, no hay tiempo para amar.
Es duro saber que no estás en los
planes de alguien, pero más duro e inútil sería intentar incluirlo en los tuyos. Así que
lo dejé ir, por aquello de la impermanencia, que aun no entiendo bien, pero que
parece voy asimilándolo a la perfección.
Mis planes ahora son conmigo. Y
me encantan. Tengo tremendo itinerario. René me lo advirtió: Vamos Eva, enamórate
de ti misma. Y ya lo hice. Aunque también hice algo más: estoy enamorándome de
ti. Sola. Porque no puedo permitirme incluirte en los planes, no que no lo
merezcas, es que primero tengo que resolverme a mi. Si Diego, soy un rompecabezas. Chiquitica, pero vengo con mil piezas.
Pero antes, hay algo que no quería
dejar pasar. Oye, Diego. Gracias por todas tus miradas. Por ser mi bodhisatva.
Por tu risa y la mía, que suenan juntas. Por detallar mis medias pantys. Por
darme un trago de agua. Por cargarme para poder alcanzar un mala. Por tratar de
leerme el pensamiento. Por nunca irte, sin despedirte. Por tratar de sentarte a
mi lado, algunos días.
No es que me conforme con poco, pero a veces "nada" es todo lo que necesitas.
Y quería agradecértelo. Gracias por tanto y sobre todo por nada.
PD: “Chao princesa, hoy pareces
sacada de un cuento de hadas”. (lo dijo por mi ropa, nada más)
No hay comentarios:
Publicar un comentario