
El cuento del miércoles
Ella decidió por primera vez tomarse la vida como el tequila, de un golpe y sin pensarlo. Se prometió no gastarse el tiempo trazando líneas aquí y allá. Hoy estaba decidida a cruzar esa línea que tal vez nunca debió ser cruzada. Si comienzo desde el principio también llegarán a la conclusión de que la única solución era salir aquella noche. ¡Quién iba a suponer lo que luego vendría! Ella se baño con desgano. Finalmente llegaba a casa después de dos horas de haber estado atrapada en el infernal tráfico de la ciudad caraqueña, cansada de un miércoles agotador, con clases de 7am a 7pm, pero a mitad de de semana ya era costumbre visitar el bar de rutina, liberar estrés, bailar es mejor que dormir. Así tardó hora y media en arreglarse. Vestía unos jeans entallados hasta la cintura, una camisa que destacaba un poco el busto, sin exagerar, pues aunque quisiera Dios no la dotó con dos poderosas razones y aún la silicona no era su benefactor. De baja estatura, pero encantadora, calzaba tacones negros, llevaba el pelo recogido con elegancia despreocupada. Todo esto para que un movimiento de caderas, en medio de la pista de un bar repleto de gente, sacudiera toneladas de sudor en su cuerpo. ¡El sudor! Que destruye los más bellos peinados, acaba con las caras bonitas que destilan gotas de base y rimel y por supuesto le roba la esencia seductora a Channel. Eran ya las doce. Algo tenía que pasar, algo para contar a su amiga el jueves al teléfono y hablar durante horas. Necesitaba una señal para sacarle la lengua al pasado, para quererse como la quieren, pero nunca aprobar la sugerencia de que esa señal involucrara reestrenar noviazgo. Sí, aquella noche comprobó que el tiempo cura todo tipo de heridas. Allí estaba él. Él bailaba detrás, portador de suave sensualidad. Rápidamente dejó colar una sonrisa y a partir de allí en medio de la música, la gente y todo aquel ruido, dos mentes con un fin en común entablaron conversación. Largo rato después intercambiaron teléfonos, pero continuaban conversando y bailando a la vez. Así lo presentó a su amiga, quien también estaba en el bar y le daba codazos, insinuándole que realmente estaba bien acompañada. Ella, aunque con razón desaprueben, se sentía afortunada. Poseedora momentánea de aquel hombre con quien cruzó varias miradas durante la noche y a quien se había impuesto conquistar pues desde que lo vio, lo signó como su propiedad. ¡Si hubiese sabido el alcance de lo que entonces le parecía fortuna! Ella y él se ponían simpáticos cuando bebían dos cubas. Hoy, ellos decidieron romper las reglas, acabar con los proverbios y refranes, no escuchar las advertencias que hacen siempre padres y abuelos y burlarse de lo que sabios y poetas llaman amor. La vida es muy corta para seguir las reglas. Hoy ha pasado exactamente una semana y tres días. No hay detalles, mañas ni defectos aparentes. No hay pasado ni futuro, por ahora sólo existe un presente que bien saben vivir. Cuando se conocieron bebían, ahora que se conocen no beben pero tal vez beban hasta desconocerse otra vez. Lo único que hay que tener en cuenta es los sentimientos no tienen cavidad en el cuento del miércoles.
Ella decidió por primera vez tomarse la vida como el tequila, de un golpe y sin pensarlo. Se prometió no gastarse el tiempo trazando líneas aquí y allá. Hoy estaba decidida a cruzar esa línea que tal vez nunca debió ser cruzada. Si comienzo desde el principio también llegarán a la conclusión de que la única solución era salir aquella noche. ¡Quién iba a suponer lo que luego vendría! Ella se baño con desgano. Finalmente llegaba a casa después de dos horas de haber estado atrapada en el infernal tráfico de la ciudad caraqueña, cansada de un miércoles agotador, con clases de 7am a 7pm, pero a mitad de de semana ya era costumbre visitar el bar de rutina, liberar estrés, bailar es mejor que dormir. Así tardó hora y media en arreglarse. Vestía unos jeans entallados hasta la cintura, una camisa que destacaba un poco el busto, sin exagerar, pues aunque quisiera Dios no la dotó con dos poderosas razones y aún la silicona no era su benefactor. De baja estatura, pero encantadora, calzaba tacones negros, llevaba el pelo recogido con elegancia despreocupada. Todo esto para que un movimiento de caderas, en medio de la pista de un bar repleto de gente, sacudiera toneladas de sudor en su cuerpo. ¡El sudor! Que destruye los más bellos peinados, acaba con las caras bonitas que destilan gotas de base y rimel y por supuesto le roba la esencia seductora a Channel. Eran ya las doce. Algo tenía que pasar, algo para contar a su amiga el jueves al teléfono y hablar durante horas. Necesitaba una señal para sacarle la lengua al pasado, para quererse como la quieren, pero nunca aprobar la sugerencia de que esa señal involucrara reestrenar noviazgo. Sí, aquella noche comprobó que el tiempo cura todo tipo de heridas. Allí estaba él. Él bailaba detrás, portador de suave sensualidad. Rápidamente dejó colar una sonrisa y a partir de allí en medio de la música, la gente y todo aquel ruido, dos mentes con un fin en común entablaron conversación. Largo rato después intercambiaron teléfonos, pero continuaban conversando y bailando a la vez. Así lo presentó a su amiga, quien también estaba en el bar y le daba codazos, insinuándole que realmente estaba bien acompañada. Ella, aunque con razón desaprueben, se sentía afortunada. Poseedora momentánea de aquel hombre con quien cruzó varias miradas durante la noche y a quien se había impuesto conquistar pues desde que lo vio, lo signó como su propiedad. ¡Si hubiese sabido el alcance de lo que entonces le parecía fortuna! Ella y él se ponían simpáticos cuando bebían dos cubas. Hoy, ellos decidieron romper las reglas, acabar con los proverbios y refranes, no escuchar las advertencias que hacen siempre padres y abuelos y burlarse de lo que sabios y poetas llaman amor. La vida es muy corta para seguir las reglas. Hoy ha pasado exactamente una semana y tres días. No hay detalles, mañas ni defectos aparentes. No hay pasado ni futuro, por ahora sólo existe un presente que bien saben vivir. Cuando se conocieron bebían, ahora que se conocen no beben pero tal vez beban hasta desconocerse otra vez. Lo único que hay que tener en cuenta es los sentimientos no tienen cavidad en el cuento del miércoles.
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