“Si por el contrario aceptamos todo lo que hay de equivocado en nosotros y aún así, creemos que merecemos una vida alegre y feliz, entonces estaremos abriendo una inmensa ventana para que entre el amor”- Paulo Coelho.
Todos cometemos errores, algunos dejan cicatriz. Parte de las mías, respondían al nombre de Filipo: con “F” de fuerte, fiestero y fracasado.
Su encanto reposa sobre un cuerpo estéticamente bien cuidado, con huesos, musculatura y venas sobresalientes adictas al gimnasio, amantes de los excesos. Siempre negó ser fan de los esteroides. También tiene una sonrisa prácticamente permanente en su rostro, como una máscara de felicidad.
Sin resentimientos retomé a Filipo, como quien regresa al gimnasio luego de algunos meses fuera o como aquellos que se ponen a dieta por décima vez este año, mi punto era jugar con su testosterona masculina sin involucrarme.
Confieso que le he dado varias vueltas al asunto, me cuesta un poco hablar mal de Filipo pues le tengo un cariño enorme, pero durante estas semanas es el responsable de mis arrebatos bipolares de “amor y odio”. Una dualidad que me hacía olvidar cuan imperfecto y defectuoso es, pero mi memoria me jugó una mala pasada, actuando como si no tuviese la menor idea de lo que estaba pasando aquí, jugando a que me sentía distinta como si el amor realmente hubiese vuelto.
Por muy amigos que pareciésemos, las cosas siempre terminarían por resolverse en una cama entre cuatro paredes y todo lo que se resuelve así no tiene solución, terminara tornándose equívoco y sin futuro. Filipo solo representaba esta vez un nuevo juguete para calmar a una niña llorona.
Sabía que no estaba enamorada pues todo tenía lógica y razón. Sabía que con Filipo todo se trataba de desnudarse y jugar a ser la perdición de Darío. Algunas noches me pregunté a mí misma por qué disfrazar mis sentimientos por Darío en la cama, hasta que cierto día descubrí tres detalles importantes:
1) Filipo no puede hacerme daño.
2) La basura es reciclable.
3) Según Paulo Coelho la fidelidad es del corazón.
Mis tardes con este banal semental no tenían mayor complicación ni placer. Todo se resumía a ver un partido de fútbol en la tv con intervalos de tertulia escasa y sin sentido. Se trataba sólo de dar antesala a lo que vamos, como el deportista que calienta antes del juego, como quien come algunas tapas mientras espera la cena. Por las noches discutía mentalmente con él, hasta que me doy cuenta que es un chico malo, mis días con él están contados.
Hablar de Fili no es hablar de amor y si lo fuera sería un amor mortal, banal y chapucero. Aunque fue el primero, jamás lo pensé como mi alma gemela pues no despertó en mí el deseo de cambiar mi vida, nunca derribaría mis muros y tampoco sentí ganas de pedirle que se quedara. Años atrás, entendí que no era el tipo de hombre para obsesionarse, pues olvidarlo implicaba dejar un hueco, un vacío que pronto volvería a llenarse, una nueva puerta para que Dios dispusiera de ella.
Todo marchaba bien hasta que mi memoria volvió y Filipo se mostró tal cual es: una barajita repetida de esas que no completan el álbum, un amor exhumado, una conquista fácil que no exige muchos obstáculos para mantenerse. Filipo fue el primero, pero el hombre que más valor tendrá en mi vida será el último.
Filipo es sólo alguien que no aprende bastante ni ha sufrido lo suficiente. Alguien que nunca será suficiente. Un hombre que sólo te dejará un dolor de estómago. Filipo no es más que un videotape y yo escojo que película quiero ver.
1. Las llamadas después de media noche no son fiables.
2. Los hombres que no te invitan a cenar más de dos veces y cuyos planes siempre finalizan en casa no pretenden llegar a tu corazón sino a tu entrepierna.
3. Un verdadero hombre se disculpa sobrio y no deja que el llanto se convierta en una de tus malas costumbres.
Su encanto reposa sobre un cuerpo estéticamente bien cuidado, con huesos, musculatura y venas sobresalientes adictas al gimnasio, amantes de los excesos. Siempre negó ser fan de los esteroides. También tiene una sonrisa prácticamente permanente en su rostro, como una máscara de felicidad.
Sin resentimientos retomé a Filipo, como quien regresa al gimnasio luego de algunos meses fuera o como aquellos que se ponen a dieta por décima vez este año, mi punto era jugar con su testosterona masculina sin involucrarme.
Confieso que le he dado varias vueltas al asunto, me cuesta un poco hablar mal de Filipo pues le tengo un cariño enorme, pero durante estas semanas es el responsable de mis arrebatos bipolares de “amor y odio”. Una dualidad que me hacía olvidar cuan imperfecto y defectuoso es, pero mi memoria me jugó una mala pasada, actuando como si no tuviese la menor idea de lo que estaba pasando aquí, jugando a que me sentía distinta como si el amor realmente hubiese vuelto.
Por muy amigos que pareciésemos, las cosas siempre terminarían por resolverse en una cama entre cuatro paredes y todo lo que se resuelve así no tiene solución, terminara tornándose equívoco y sin futuro. Filipo solo representaba esta vez un nuevo juguete para calmar a una niña llorona.
Sabía que no estaba enamorada pues todo tenía lógica y razón. Sabía que con Filipo todo se trataba de desnudarse y jugar a ser la perdición de Darío. Algunas noches me pregunté a mí misma por qué disfrazar mis sentimientos por Darío en la cama, hasta que cierto día descubrí tres detalles importantes:
1) Filipo no puede hacerme daño.
2) La basura es reciclable.
3) Según Paulo Coelho la fidelidad es del corazón.
Mis tardes con este banal semental no tenían mayor complicación ni placer. Todo se resumía a ver un partido de fútbol en la tv con intervalos de tertulia escasa y sin sentido. Se trataba sólo de dar antesala a lo que vamos, como el deportista que calienta antes del juego, como quien come algunas tapas mientras espera la cena. Por las noches discutía mentalmente con él, hasta que me doy cuenta que es un chico malo, mis días con él están contados.
Hablar de Fili no es hablar de amor y si lo fuera sería un amor mortal, banal y chapucero. Aunque fue el primero, jamás lo pensé como mi alma gemela pues no despertó en mí el deseo de cambiar mi vida, nunca derribaría mis muros y tampoco sentí ganas de pedirle que se quedara. Años atrás, entendí que no era el tipo de hombre para obsesionarse, pues olvidarlo implicaba dejar un hueco, un vacío que pronto volvería a llenarse, una nueva puerta para que Dios dispusiera de ella.
Todo marchaba bien hasta que mi memoria volvió y Filipo se mostró tal cual es: una barajita repetida de esas que no completan el álbum, un amor exhumado, una conquista fácil que no exige muchos obstáculos para mantenerse. Filipo fue el primero, pero el hombre que más valor tendrá en mi vida será el último.
Filipo es sólo alguien que no aprende bastante ni ha sufrido lo suficiente. Alguien que nunca será suficiente. Un hombre que sólo te dejará un dolor de estómago. Filipo no es más que un videotape y yo escojo que película quiero ver.
Siempre será divertido llenarse con una energía eufórica, pero no con la persona equivocada. Siempre seré esa mujer incapaz de cambiar lo malo de ti mismo, ¡que el amor te ayude a crecer!
-Nota Mental-
2. Los hombres que no te invitan a cenar más de dos veces y cuyos planes siempre finalizan en casa no pretenden llegar a tu corazón sino a tu entrepierna.
3. Un verdadero hombre se disculpa sobrio y no deja que el llanto se convierta en una de tus malas costumbres.
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