Conexiones con Ela

A Misael:

Seguí tu consejo, estoy haciendo gimnasia, estoy escribiendo.

Ela no era su nombre de pila, no hace falta saber el verdadero así como debemos ignorar sus detalles estéticos. Fuimos criadas como hermanas, sin consanguinidad aparente, éramos hermanas de alma. Éramos distintas la una de la otra, pero supimos convivir durante largo tiempo como un perro que crece junto a un gato. Coexistíamos.

Sikka y Ela tenían un poder extraño e inusual. Juntas podían gobernar el cosmos, alinear una constelación entera en su favor, jugar con fuego y matar monstruos. No hablo de monstruos fantasiosos, hablo de los reales los que viven escondidos dentro de cada ser, los temores. Combatían la soledad, juntas formaban el yin y el yang.

Ambas podían ser la muerte o el paraíso, pero no lo sabían, eran muy jóvenes para trabajar ese tipo de magia. Sikka prefiere dejar aquello a Dios, quien cierto día decidió probarlas, rodeándolas de dudas y tentaciones. Ambas cayeron derrotadas con la fragilidad de un cristal que desciende al suelo y producto del impacto acaba en pedazos.

Sikka y Ela se dejaron cegar por la luz incandescente del desierto y sus días juntas acabaron. Visitaron Mojave y en medio de la nada un espejismo las acabó. La magia nunca volvió a ser la misma. Las promesas se rompen y ninguna está dispuesta a romper el acuerdo con las tinieblas, jamás.

Sin embargo, Sikka acordó para sí, pactar como las valkirias y no vencer cuando es posible la victoria. Sikka conserva su don telepático para comunicarse de vez en mes con Ela, le extiende su mano cada vez que puede y descubre que su bondad puede ser infinita, si así lo quiere.

No olvides, pero no recuerdes algo que no quieras recordar. En ocasiones descubrirás que no hace falta ver sino hablar. Pon a prueba tu coraje.

La fantasía es la mejor manera de contar la realidad.
Sikka.

Salud! Por mi primera historia mágica.