
La astucia de una carta mal jugada
Con David miro hacia adelante, porque mirar atrás ya dolió bastante.
Y tras una larga espera que no creía en el regreso, conocí a David: la llegada de lo que nunca ha sido. Hay un paraíso y Elizabeth Gilbert no se equivocó al decir que “Dios nunca te da un portazo en la cara sin regalarte una caja de galletas de consolación”. Les presento a David, menos perfecto que un Dios y más perfecto que un ángel.
Mentiría si digo que cuando lo conocí tenía que darme pellizcos para creérmelo. Hoy, luego de 120 días y 2880 horas de haber estado a su lado reconozco que sin él, estoy perdida. Ya me pueden pellizcar. David llegó como el fenómeno del niño, causando numerosas alteraciones en mi dinámica atmosférica, produjo un cambio de clima radical y acabó con aquella Jessica en invierno. Sin duda, mejor que la celebración de un no cumpleaños y que un día con Willy Wonka en su fábrica de chocolate.
Me remito a las palabras de la reina de corazones: “no eres nada, pero un par de cartas…” Un par de cartas mal jugadas y los malos deseos de quienes apostaron a la derrota me hicieron descubrir que la vida, entre otras cosas, es una tirada de dados en la que día a día esperas obtener el número de la suerte. Y así como en un juego de póquer gana aquel jugador con la mejor combinación de cartas, los apostadores restantes no importaron. No eran nada, mis cartas eran las mejores. Ese día, en una tirada de dados cualquiera, obtuve el número ganador, la combinación del hombre y la mujer perfecta. Mis más sinceras gracias, a aquella jugadora que durante lo que parecía un juego perdió el sentido y jugó mal sus cartas. Mi consejo: la vida es un abanico de cartas que representan un abanico de posibilidades, con una carta mal jugada pierdes una posibilidad y das a otro una oportunidad. En mi caso, me fue concedida la oportunidad de conocer a David.
Por primera vez no me importa desayunar, almorzar, cenar o incluso merendar con la misma persona. Por primera vez mi amiga André dice que me veo tranquila y feliz. Sobretodo tranquila, porque la guerra se acabó, la búsqueda terminó y la felicidad llegó. Dos es mejor que uno, porque cuando somos dos, la rutina no es rutina, Caracas puede ser París y automáticamente cuando David me besa, los besos tienen música de fondo.
Mentiría de nuevo si les digo que estoy enamorada porque paso horas pensado en él, porque quiero pasar el mayor tiempo posible a su lado, porque sonrío cada vez que oigo mencionar su nombre o porque mi corazón se aceleró, me temblaron las piernas y unas mariposas hicieron fiesta en mi estomago. Estoy enamorada porque David demuestra que su felicidad es la mía, porque una vez al mes su paciencia se incrementa, porque a su lado me río de mí misma, porque puedo cometer el mismo error dos veces, porque no me siento en un cuento de hadas, porque mientras escribo esto sonrío, porque los domingos en la mañana también me ve guapa, porque siempre estoy en el peso perfecto, porque en nada me hace daño y sobretodo estoy enamorada porque desde hace 120 días y 2880 horas he tratado de escribir sobre este hombre y no he podido hacerlo, no como me gustaría.
hermoso Jessi, hermoso asi como tu, como David y como lo de ambos! hermooso. TQM
ResponderEliminar